jueves, 2 de abril de 2009

Joyitas de un coleccionista.

El coleccionismo, en cualquier ámbito o faceta que sea, siempre tiene un sentimiento común que le invade, a veces domina, y toma mayor fuerza cuanto más arraigada es la afición: me refiero al hecho de conseguir esas piezas anheladas, que podrían llamarse joyas, y siempre se persiguen ya sea por motivos de escasez, belleza, singularidad o un conjunto de atribuciones que las hace merecedoras del título de las más preciadas.

Entre mis actuales “joyas” de aparatos de cine amateur, podría destacar un artilugio que pasa por ser una moviola (sin llegar a cumplir todas las condiciones, dado que carece del prisma de cristal que desvía la luz hacia el fotograma en el momento preciso, ni la aguja para el marcaje del punto por dónde cortar,…), pero que por su extraña apariencia llama la atención y resulta curiosa porque ¡¡funciona!!: es la Mansfield Little-Gem Model 800, de origen U.S.A.

Otra de las piezas destacables en mi colección es la cámara de cine Ekran-3, fabricada en Ucrania, de formato 8 mm sencillo en cassette, la cual no encaja en la norma general de acabados toscos y bronco funcionamiento del material cinematográfico soviético. La Ekran-3, producida de 1965 a 1969, es una cámara de reducidas dimensiones (con sus escasos once centímetros de alto), de elegante acabado, y un funcionamiento y delicadeza
del motor impropios de esta saga. Esta cámara se vino conmigo al regreso de un viaje a Lituania, en la Navidad de 2000.


Siguiendo con las cámaras de cine, la Emel C93 habla por sí misma, poco hay que decir de esta filmadora gala que es un hito y muy preciada, todo un clásico de las cámaras de Doble 8 mm. Y en un formato superior, mi Eumig C16 R supone gran joya, que no ''joyita'', dentro de mí colección: tomavistas de extraña apariencia, raro color verde y exquisito acabado, la C16 R siempre fue una de mis cámaras preferidas, incluso antes de tenerla. La compré en una subasta en Estados Unidos pero ya la anhelaba vigorosamente desde que me gusta esta droga que es el cine amateur, cuando la conocí por casualidad en una mediocre imagen en ByN en la web de Marriott. Esta cámara, rara por sus características (no en vano es una Eumig, la marca por excelencia que hace las cosas a la inversa...), también es anormal verla en los circuitos comerciales del cine de aficionado: hay poquísimas en circulación, y no conozco a nadie que tenga una C16 R completa.

Entre mis proyectores, y destacando por encima de cualquier otro, se encuentra el Canon P8, un aparato mudo de 1958, formato 8 mm, de singular belleza y del cual yo sólo he visto dos ejemplares: uno en el museo virtual Canon ( http://www.canon.com/camera-museum/camera/cine/data/1956-1970/1958_p8.html?lang=us&categ=crn&page=1956-1970 ) -y que tan sólo es una imagen no accesible-, y otro el que yo tengo; nunca he visto en páginas de subastas o compra-venta uno de estos. Creo que para quienes gusten de observar este tipo de piezas, el P8 de Canon no pasa por alto, tanto es así que en una ocasión lo saqué “a pasear” tan sólo con la intención de exhibirlo y fueron muchos los pretendientes que acudieron con el propósito de comprarlo. Lo lamento por ellos: ciertas gemas no se venden…

En una de las ferias de cine que visito periódicamente, allá por 2004, conseguí uno de mis fotómetros más preciados por un coste irrisorio: un Réalt Luxe. Se trata de un exposímetro de selenio para cine y foto, que a estas alturas ya no da mediciones de precisión por el deterioro del material que básicamente le hacía funcionar, pero está muy bien conservado exteriormente, con su funda original en piel, todos los accesorios y el cordón para colgar al cuello. Una pieza ciertamente bonita que sobresale entre mis fotómetros.

Siguiendo con esas preciadas piezas en la colección de aparatos y accesorios de cine y foto, entre las empalmadoras de película se halla una (de marca desconocida y al parecer factura artesanal) para formato 35 mm y método de acetona, realmente curiosa: montada sobre una base de madera, niquelada y con un acabado sin grandes perfecciones pero que llama la atención lo suficiente como para detenerse a mirarla con tranquilidad y comprobar su distinguida construcción.

Pero no sólo los ingenios de cine ocupan mis preferencias dentro de mi colección: quienes hayan leído el primer post de este blog sabrán que mi afición al cine nació de la fotografía, y siendo así son unas cuantas cámaras fotográficas las que comparten con las de cine la cumbre de mi interés por los aparatos originales, raros o extraños.


Una pieza excepcional, por su sencilla y bella concepción es la Samoca-35 Super, telemétrica japonesa posterior a la Segunda Guerra Mundial, de reducidas dimensiones y elegante acabado, con velocidades de disparo de hasta 1/200'' tan sólo, que no pretende ser copia de nada, sino que tiene entidad por sí misma.


Palabras mayores mencionamos al hablar de mi Nikon F Photomic T, de 1965, pero que por su cuidado aspecto y funcionamiento, no se adivinaría su edad dado el supuesto uso profesional que se le debió dar. Una cámara que en su tiempo estuvo entre los máximos exponentes de la marca nipona, ahora me veo con uno de sus ejemplares en mis manos y ávido por batir sus mecanismos.

No hay comentarios: