domingo, 8 de junio de 2008

Con la cámara en las manos.

Tomar una cámara y pulsar el disparador siempre supone mucho más que inmortalizar un instante efímero.

Plasmar una imagen (sobre todo si ésta luego será proyectada, mucho mejor que si es reflejada sobre papel o un cristal...) en la película es jugar con luces y sombras, brillos y contrastes, hablar con la imagen mediante un lenguaje interpretativo. Tomar una cámara y disparar, no es simplemente guardar un instante.
Los lenguajes de la imagen, distintos en cada caso ya se trate de fotografía o imagen en movimiento, tienen elementos comunes que los une haciendo así posible entender las mismas expresiones en ambas vertientes de ésta.
Del mismo modo, las cámaras de fotografía y de cine tienen elementos comunes pero no son iguales, hay diferencias esenciales e incompatibilidades.
Mi nombre es César Ballesteros, vivo entre cámaras y proyectores, objetivos y bobinas, películas y libros... al Este de España. Soy un aficionado a la imagen obtenida por medios tradicionales, siempre digo que "yo no he vendido mi alma al diablo digital", de modo que las cámaras que cargan carrete o película que luego se ha de revelar son mis preferidas. Mi primera cámara, cuando tenía dieciséis años, fue una Kodak pocket A-1 de formato 110. Con ella hice mis primeros pinitos, siempre en negativo y con más pretensiones que posibilidades podía dar la cámara. Son imágenes que aún guardo, veinticinco años después, con mucho cariño y recuerdos de aquella época. No olvidaré la cara que me ponían en el laboratorio cuando pedía cosas que no eran muy posibles con un formato como el 110 (ampliaciones enormes, montajes...), pero era lo que yo manejaba y pensaba que las posibilidades eran las mismas que para el 35 mm. Recuerdo que entonces un carrete me duraba muchos días, semanas a veces, siendo incluso de sólo 12 ó 24 fotos. El presupuesto y la forma de entender la fotografía eran otros, muy distintos a los que después tuve, en que en una mañana puedo disparar más de 100 imágenes (tres carretes).
Ya siendo veintegenario y tras otras adquisiciones sin relevancia compré mi primera gran cámara: una Pentax Program A con tres objetivos (Tamron 28 mm, Pentax 50 mm y Tamron 70-210 mm), junto con un motor de arrastre y algún otro accesorio. A partir de este momento fue cuando la fotografía tomó otro rumbo muy distinto para mí: con este equipo comencé a tomar imágenes de forma más productiva, la diapositiva se tornó el centro de mi modo de trabajo y la Naturaleza el motivo principal a plasmar en mis imágenes. El rendimiento del soporte usado, junto a la economía y la durabilidad de éste fueron los tres pilares que hicieron de la diapositiva mi soporte preferido frente al negativo. Aquella cámara fue durante unos años una herramienta bien amortizada, llegando a disparar tres rollos en una misma mañana; excursiones, viajes, fotos experimentales, amigos, ... conformaban la colección de carretes ya revelados que iba creciendo.
En 1991 di un paso de gigante al comprar mi Nikon F801s, palabras mayores para entendernos... pero no vino sola sino con un Nikkor 28-105, otro 75-300, un flash de la misma marca modelo SB-24, otro superior (un Metz 60-CT4) y algunas cosas más. Esta cámara, de prestaciones profesionales, me ha dado tan grandes satisfacciones como lo hicieran mis otras cámaras anteriores, con la diferencia de que ésta es la que sigo usando ahora. Con ella crucé varias fronteras, haciendo reportajes de viajes (por supuesto en diapositiva) que me devuelven vivencias como si fuera el fresco momento de haber tomado las imágenes. Con la F801s la colección de diapositivas fue en aumento, más de cinco mil a estas alturas, y un montón de negativos. Tomar imágenes con esta cámara es como conducir un coche de alta gama: sabes que aunque la carretera no esté en buen estado el viaje será bueno y el vehículo es muy fiable. No obstante, lejos de ser una de esas máquinas automáticas que no permiten la creatividad, tiene la posibilidad de desactivar casi todos sus automatismos. Hace que las cosas tengan sentido.

Pero tras unos cuantos años tomando imágenes, en negativo o diapositiva, con diversas cámaras (incluso estenopeicas), revelando las copias y experimentando... quise probar aquello que echaba en falta: el movimiento en la imagen y compré mi primera cámara de Super 8 mm, una Canon 514 XL-S. Nada muy especial, si no fuera por haber sido mi primera cámara -que todavía conservo-. Tras ella, que vino en Agosto de 1996, compre mi primer proyector de Super 8, un Sankyo Sound-301 ¡y ahí comenzó mi perdición! Comencé a coleccionar cámaras y proyectores de cine amateur con una Nizo Exposomat 8, llegando a tener cerca de doscientas cámaras y casi cien proyectores; tiempo después he ido reciclando mi colección y bajé estas cifras, pero gané en calidad. Esta droga dura que es el coleccionismo de cámaras y proyectores, es una de las facetas que más satisfacciones me ha dado mi afición a la imagen. ¡¡¡Pero no se lo aconsejo a nadie!!! (aunque sólo sea por que no me quiten las piezas que yo pueda comprar...) Una parte de mi colección se puede ver en http://www.flickr.com/photos/saudadextu/sets/ .